Queridos Amigos/as: ¿Quién alguna vez en su vida no ha estado deprimido, desanimado y listos para dejar de luchar? Creo que todos hemos pasado por esta triste condición por lo menos una vez. Pero es curioso que la mayoría de nosotros no mode un baboso. Como los amigos de Job, ofrecemos consejos simplistas y sugerencias que parecen más acusaciones que consuelos. Déjame recordarte que la sensibilidad necesaria para ayudar a otros requiere que primero nos identifiquemos con ellos en su problema y luego empezar a mencionar algunas cosas que el deprimido no está viendo y a guiarle a una aplicación práctica de las verdades fieles de Dios.

De hecho, nadie puede aconsejar a otros bien aparte de las Escrituras. Hay otras cosas útiles, por supuesto, pero sólo serán de ayuda verdadera si se usan de acuerdo con la Palabra de Dios. Hay muchos ejemplos bíblicos de grandes personajes que estaban bien deprimidos, al punto de querer morir.

¿Te sorprendería saber que Moisés, David, Elías, Jeremías y aún Juan el Bautizador pasaron por experiencias tan serias de depresión? Esto debe convencernos de que es una condición común. Algunos doctores consideran que en cualquier momento la mayoría de la gente est á deprimida.

Hay depresión clínica. Es grave y puede afectar las funciones normales del cuerpo y deben ser tratados por doctores siquiatras. Estos casos casi siempre son el resultado de años de problemas depresivos no cuidados adecuadamente que han dejado a personas en franca dependencia de drogas que difícilmente logran vencer.

Para evitar esas depresiones agudas que solamente pueden ser manejadas por profesionales, debemos aprender a tratar nuestras depresiones con los recursos espirituales poderosos que Dios nos ha otorgado en nuestra relación con El por medio de Su Hijo Jesucristo.

Te aseguro que hay más poder potencial en un par de versículos bíblicos que en toda una caja de pastillas tranquilizantes y estimulantes. Esta afirmación te puede parecer anticientífica y hasta fanatismo si no te das cuenta de que la mayoría de los casos de depresión tienen causas espirituales, no físicas.

Cuando el alma humana (PSIQUE en el griego) anda mal, eso afecta al cuerpo (SOMA). El resultado es un malestar psicosomático o una combinación del alma y el cuerpo. Hay veces que una condición física es tan seria, dolorosa y peligrosa que causa malestar en el alma. Accidentes, operaciones serias, enfermedades incurables, etc., son criaderos de depresión en personas hospitalizadas o en una lenta recuperación.

Pero ¿no has conocido tú a personas gravemente afectadas por un mal físico que no estaban deprimidos? Dentro de sus límites vivían tranquilos, felices. Aquí vemos la gran verdad que cuando el alma no está deprimida, la condición del cuerpo no puede deprimir a esa persona. La vida del alma es superior a la vida física. Si tu alma está aferrada a Dios y descansando en Sus promesas, tu cuerpo no te puede causar depresiones serias. Lo que pasa es que estos grandes héroes que se deprimieron (y nosotros) quitaron sus ojos del Alma del Señor .

Empezaron a ver su situación difícil, desagradable y/o peligroso sin pensar en los recursos que Dios les había dado, o que les ofrecía si creyesen. Por esto una de las mejores prácticas para salir de la depresión es, curiosamente, comenzar a alabar a Dios y darle gracias por todo lo que uno puede recordar. Luego, cuando ha pensado en estas bendiciones, puede leer la Biblia y ver más cosas por qué alabar y dar gracias en vez de nuestras quejas y murmuraciones.

La oración y la Palabra de Dios son tremendos recursos para el alma. ¡Cuán rápida y fácilmente nos olvidamos de las bendiciones de Dios cuando estamos en una situación difícil, desagradable o peligrosa! Los israelitas en el desierto son el ejemplo clásico de este fenómeno. Habían experimentado una gran liberación de la esclavitud de Egipto (figura de nuestra salvación del Reino de Satanás cuando creímos en Cristo) y estaban experimentando día tras día fenómenos increíbles: el maná, la columna de fuego de noche y la nube de día, etc. Pero vez tras vez por alguna situación u otra comenzaron a murmurar, quejarse y querer regresar a Egipto y la esclavitud.

Obviamente estaban pensando mal. Sus almas no estaban siendo alimentadas bien y el cuerpo empezaba a dominar en su ánimo y paz interior. ¿No es esto lo que nos sucede a nosotros tantas veces, y empezamos a claudicar? Es tan importante mantener la salud del alma en todo momento, recibiendo de Dios la fortaleza espiritual que necesitamos para no deslizarnos hacia el hoyo de la depresión.

Creo que todos sabemos esto pero se nos olvida. Por esto Dios les dijo a los israelitas por Moisés: “Por tanto, cuídate y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, y no se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; sino que las hagas saber a tus hijos y a tus nietos” (Deut. 4:9). Siendo honestos, debemos reconocer que nuestro gran problema es que dejamos de amar a Dios con toda el alma y con toda la mente. Este es el primer y gran mandamiento porque es la mejor manera de mantener un alma sana.

No estamos amando a Dios para nada cuando estamos quejándonos y murmurando de nuestra mala situación. Pero no lo reconocemos como pecado. Nos justificamos diciendo que Dios nos ha hecho pasar por esos malos tiempos y nos sentimos mejor echándole la culpa por nuestra depresión. El amor de Dios es guardar Sus mandamientos, según I Juan 5:3. ¿Cuál mandamiento no estamos guardando cuando no estamos gozosos en nuestra alma?

Hay que tratar los problemas del alma como una desobediencia de lo que Dios nos ha mandado hacer si queremos que nos vaya bien. Arreglando el problema espiritual, el alma se libra del egoísmo natural y puede amar a Dios y al prójimo también.

Dios nos lleva a ver nuestros problemas espirituales cuando le buscamos de todo coraz ón. “Me buscaréis y me encontraréis, cuando me busquéis de todo corazón” (Jer. 23:19). Así es como empezamos a salir bien de una depresión. Mientras seguimos culpándole a Dios o una situación por nuestra condición, no vamos a salir del hoyo.